Madrugamos y disfrutamos del desayuno en el patio del Riad, con el estomago lleno, vamos en busca de la plaza, en la que han quedado en recogernos, pero ahí no hay nadie, preguntamos a un policía que amablemente nos coge las señas y se pone en contacto con la agencia, tras esperar un buen rato, un señor mayor llega con una furgoneta y nos montamos, con la incertidumbre de si llegaremos al destino correcto, tratamos de hablar con el conductor para asegurarnos, pero no entiende ni papa de inglés, así que nos lo tomamos a risa y disfrutamos del camino.

Finalmente llegamos a la casa del señor y ahí cogemos los quads, rumbo al desierto.img-20170110-wa0020

La casa estaba situada en una finca llena de quads, buggies y camellos, así es que nos ponemos los cascos y nos montamos en los quads, siguiendo al guía, recorremos dunas y atravesamos un pequeño desierto pasando por varios poblados, dejando atrás una nube de arena, paramos en un palmeral para hacernos unas fotos.

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Abandonamos el palmeral con rumbo a un poblado bereber, en el que nos invitan a un té y pan con aceite y miel, estamos hambrientos y nos encanta el tentempié que nos ofrecen.

Las fotos están tomadas a la entrada del poblado, en ellas se puede ver la cantidad de arena que traíamos apegada a la ropa, cara, pelo, como recién llegados de la guerra, aunque de lo que veníamos era de vivir una experiencia increíble que culminaba aquí.

Como vemos que hay un pequeño kiosko y un montón de niños decidimos comprarles unas chocolatinas y sinceramente ver la cara de ilusión de aquellos pequeñajos fue el mejor recuerdo que me llevé del viaje.

 

Cogemos de nuevo el quad para regresar al punto de partida y el mismo señor nos lleva de vuelta a la ciudad, intentamos explicarle que en vez de dejarnos donde nos recogió puede dejarnos cerca de los jardines de Majorelle, ya que aún tenemos media mañana por delante, dudamos de que el señor nos haya entendido, pero finalmente nos deja muy cerca de nuestro destino.

Los jardines de Majorelle o también conocidos como los jardines de Ives Saint-Laurent, ya que fueron propiedad del famoso diseñador y en parte fueron recuperados y rediseñados por él.

La entrada nos costó unos 7 euros por persona, un precio que me pareció realmente excesivo, los jardines tienen su encanto, pero no son un visita imprescindible en la ciudad.

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Resulta contradictorio pasear de esta guisa, llenos de arena del desierto y con pelos de loca, en el lugar donde descansó unos de los mayores referentes de moda y estilo del mundo, pero cuando se está de viaje disfrutar y explorar lo máximo posible es la prioridad y no hay tiempo que perder.

Así que, tomamos un taxi que nos lleve hacia la otra punta de la ciudad, queremos conocer la plaza de las especias, conseguimos regatear bastante y el taxi nos cuesta muy poco,  pero como todo tiene un precio… en vez de dejarnos en la plaza, nos deja en una tienda de especias, decidimos entrar y dejarnos llevar, aprovechamos para sentarnos y descansar mientras el dependiente nos enseña todo tipo de tés, especias y brebajes varios.

Al final nos entrenemos un buen rato, el señor nos cae bien y decidimos comprarle unas cuantas cosas, aunque la broma nos sale cara, nos gastamos unos 50 euros entre tés, especias, aceite de argán y nos obsequia con estos pintalabios y  piedra pómez de terracota …como para no…

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¿Un pintalabios?

Pues sí, eso que aparece en la foto es un pintalabios que funciona pasando el dedo humedecido por la terracota y luego extendiéndolo por el labio, dejándolos de color rojo.

Preguntamos al señor donde podemos encontrar cerca de ahí, un sitio barato para comer y el señor amablemente nos lleva a un restaurante cerca, la decoración nos encantó

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Pero el precio del menú nos pareció excesivo, 30 euros por persona, así que esta foto es el único recuerdo que nos llevamos, ya que nos levantamos y nos fuimos, en vista de que éramos las únicas personas del restaurante, ya habíamos caído en la trampa de las de las especias no íbamos a caer también en la de la comida.

Así que ahora nos encontrábamos a las afueras de Marrakech sin restaurantes a la vista y sin saber muy bien donde estábamos, de manera que nos ponemos a caminar un poco a ciegas, sin querer, nos tropezamos con una plaza de abastos, en la que decidimos entrar para impregnarnos de la auténtica esencia de la ciudad, nos detenemos en un puesto que tiene gran cantidad de aceitunas, nos paramos a degustar los diferentes tipos que el tendero nos ofrece amablemente y decidimos comprar un puñado para el camino.

Casi sin querer nos topamos con la famosa plaza des ferblantiers, estamos agotados y hay muchos restaurantes, así que, por fin nos sentamos a comer.

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Con las pilas cargadas ponemos rumbo al barrio judío, aquí llega la gran anécdota del día, mi novio se queda un poco atrás para sacarnos una foto, caminando fuera de la muralla, cuando un policía nos para con cara de muy pocos amigos, nos informa de que en Marrakech está prohibido sacar fotos a las autoridades, nos obliga a enseñarle las fotos y borrarlas.

Así que ya sabéis, cuidado cuando se saca una foto, que no sea cerca de ningún puesto de control, policía o militar, porque te puedes meter en problemas.

Y bien, después de esta experiencia, decidimos volver a la medina y buscar la famosa plaza de las especias.

20170107_162128Y la encontramos, un chico muy amable y con muy buen español nos explica que por las mañanas se realiza la subasta de especias, una pena no haberlo visto, pero nos quedamos con el recuerdo de la curiosa plaza y sobre todo ese olor tan intenso, el olor a Marrakech.

Seguimos perdiéndonos por calles varias, dejándonos llevar por la corriente de gente, por las voces que nos guían, que nos reclaman, que buscan nuestra atención, resulta curioso, solo llevamos un día en Marrakech, pero nuestra actitud a cambiado radicalmente, desde ayer hasta hoy, ahora ya no tenemos miedo, ahora nos paramos con los comerciantes, les hacemos bromas, les seguimos la corriente, disfrutamos de lo que la ciudad y su gente nos ofrece, estamos relajados y con la mente abierta, la actitud perfecta para vivir un viaje.

Os dejo fotos varias de esta deliciosa pérdida.

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Las patas de cordero nos llamaron mucho la atención se vendían en varios sitios y debían de ser un auténtico manjar para ellos, aunque nosotros no las probamos.

Ya empieza a caer la noche y nos apetece un montón culminar el día en un hammam, así que decidimos volver al Riad, para coger nuestras cosas y reservar en uno.

Preguntamos en el más famoso, el Hammam de la Rose, estaba ocupado, probamos suerte en otro con muy buenas críticas, Hammam le bain bleu y aquí tenemos sitio, pero tenemos que esperar un poco, así que nos invitan a subir a su azotea y tomar algo.IMG-20170109-WA0014

Por nuestra postura se puede apreciar que estábamos ya agotados, pero la cosa pintaba muy bien, solo disfrutar de esta terraza ya merecía la pena.

¿Y en qué consiste un Hammam?

Todos hemos oído hablar de ello, pero ¿que es realmente?

Es el sitio donde los marroquíes se bañan, consiste en un exfoliado con guante de crin y posteriormente un enjabonado, todo ello dentro de un baño de vapor.

En Marrkech, existen dos tipos de hammam los no turísticos, donde los marroquíes acuden a bañarse diariamente y en los que lo puedes hacer todo, por menos de 1 euro y los turísticos, en los que las medidas de higiene y comodidades son mejores, tienes una amplia gama de servicios y los precios son bastante más elevados.

Nosotros nos decantamos por uno turístico y la experiencia fue muy buena, los 4 pasamos a una misma sala de vapor, tumbados sobre bancos de marmol, nos dejamos hacer, nos dejamos que nos tirasen agua por encima, que nos frotasen con el guante, que nos enjabonasen etc.

La experiencia es increíble pero para las chicas que lo hacen debe de ser bastante desagradable, porque a todos nos salía auténtica roña de la piel.

Y ahora como en una nube y bien limpitos volvemos al Riad a disfrutar de la cena que habíamos encargado la noche anterior.

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Y nos encantó ya no solo por la ambientación, muy romántica, como podéis ver a la luz de las velas, sino la comida que era exquisita sobre todo el pollo al limón, fue la vez que mejor comimos en nuestra estancia, así que, totalmente recomendable la experiencia de comer en un Riad.

Aunque estamos agotados, decidimos salir a conocer la noche Marroquí y perdernos nuevamente por la plaza jamaa el fna.

En ella vemos varios grupos de gente que observan algo, decidimos acercarnos y vemos, como en el medio de los corrillos hay gente cantando, bailando, en definitiva pasándolo genial.

No tenemos ninguna foto de estas escenas, porque nos parecía arriesgado sacar el móvil en medio de tanta gente y porque en la mayoría de los corrillos, no permitían hacer fotos.

Damos un paseo por los alrededores de la plaza, donde se encuentra la mezquita de Koutoubia.

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Y regreso al hotel, que hoy ha sido un día muy intenso, necesitamos procesar tantas experiencias.

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