Amanece en París algo mas tarde de lo normal, a las 11.00 cuando suena el despertador, la ciudad aún duerme.
Nos cuesta encontrar un bar donde comer un croissant, pero conseguimos desayunar.
Nuestro objetivo para hoy, es visitar el museo Louvre.
Vamos caminando por la tranquila ciudad, que esta paralizada en el primer día del año, llegamos al museo, estamos un rato en los alrededores pero está cerrado.
Así que ya tenemos una excusa para regresar a París.
Nuestro avión sale a medio día, hemos quedado con Eugene y Sergei para almorzar temprano y despedirnos.
Nuestro punto de encuentro, es el árbol de la catedral de Notredam, llueve a mares en el primer día del año.
Dicen que los días de lluvia son días de prosperidad, así que empezar el año pasados por agua, puede que sea un presagio, de que va a ser un año próspero.
Reunidos con Eugene y Sergei, damos un paseo por el barrio latino y buscamos un restaurante donde comer.
Entre brindis, copas de champagne y hamburguesas, llega el momento mas emotivo de la comida, nuestro amigos rusos se ponen serios y nos dicen que nos van a hacer entrega de algo que lleva en su familia muchos años y quieren que ahora este en la nuestra y nos dan mi queridísimo juevo Svintus (para los que no sepáis de que va el tema podéis leer pinchan aquí)
Que ilusión, ahora ya podemos jugar siempre a svintus.
No solo eso sino tambien nos regalan este precioso adorno de Navidad, nosotros tambien tenemos uno para ellos, así que hacemos un intercambio.
Después de la comida, nos vamos a pasear juntos, mientras planeamos la próxima escapada, nos acompañan al hotel, para coger las maletas y tomar el metro rumbo al aeropuerto, nos despedimos hasta siempre, pero esta vez me da la sensación de que volveremos a ver a éstos locos amigos rusos.
Y no se me ocurre un final mejor para este post que el de … Siempre nos quedará París.
Deja una respuesta