23 de Octubre de 2018

Salimos de Las Vegas al mismo tiempo que el Sol, tenemos por delante 7 horas de viaje hasta Sequoia Park, en las que los amarillos y ocres del árido desierto del Mojave, dejan paso al verde de los grandes viñedos de California.

7 horas de viaje en las que los pozos petrolíferos interrumpen las grandes plantaciones de árboles frutales y viñedos, 7 horas en las que atravesamos la América más profunda, recorremos pueblos con casas que bien parecen sacadas de la serie de El Príncipe de Bel-Air y otras que parecen salidas de cualquier decorado de una película de terror.

Un viaje para disfrutar, para ir sin prisas, un viaje en coche de esos que merecen mucho la pena, sobre todo si tiene como fin sumergirse en la inmensidad de los bosques de Sequoia Park.

La entrada al parque nacional cuesta 35 dólares por vehículo, a la entrada nos indican que la carretera está en obras y estará cortada aproximadamente, durante una hora.

Genial, nosotros que teníamos intención de cenar en San Francisco, nos chafa un poco los planes, pero esperamos pacientes la caravana, charlando con una pareja de franceses y compartimos impresiones de la ruta, mientras permanecemos sentados al borde de la carretera disfrutando del paisaje.

Una de las principales razones por las que decidimos desviarnos de nuestra ruta hacia San Francisco y parar en Sequoia Park, es para ver el árbol más grande del mundo, el árbol del General Sherman.

Al que conseguimos llegar después de un paseo de 20 minutos, disfrutamos de la inmensidad de las Secouyas, de la paz que transmite el bosque, abrazamos unos árboles, recargamos pilas y rumbo a San Francisco.

Sin cobertura en la zona, avanzamos por la carretera correcta de milagro, hasta que por fin, google maps vuelve a funcionar.

Paramos un poco antes de llegar a San Francisco a repostar y cenar en un Mc Donalds y aquí presenciamos una anécdota muy graciosa en una gasolinera, que bien podría ser escena de una película americana.

Dos amigos, un negro que medía lo mismo de ancho que de alto y un blanco con aires de Eminem, con el típico coche viejo americano, el negro sujetando la manguera en el depósito mientras repostaba, cuando el blanco pega un aceleron y obviamente arranca la manguera del surtidor quedando enganchada en el depósito.

Yo muerta de miedo justo detrás pensando, ahora viene lo típico, el hombre de la gasolinera sale, llega la policía y se lían a tiros, pero finalmente no llegó la sangre al río y solo se quedó en una anécdota que parece sacada de la peli dos tontos muy tontos, que se fueron muertos de risa y dejaron la manguera suelta perfectamente colocada otra vez en el surtidor, sin que se notase la que habían liado.

Con el estomago lleno de Big Mac llegamos a San Francisco a las 10 de la noche, a través del puente Bay, que nos escupe al Down Town y nos deja con la boca abierta ante semejante majestuosidad de luces.

Llegamos a nuestro hotel que podéis ver pinchando aquí.

El hotel nos cuesta unos 200 dólares la noche, tiene aparcamiento gratuito, está bastante céntrico y os aseguro que fue lo que mejor relación calidad precio encontramos y no era para tirar cohetes.

Agotados del viaje nos dejamos caer en las redes del morfeo de San Franciso, además como es habitual en nosotros, mañana nos toca madrugar para visitar un montón de lugares de está ciudad americana tan europea.