17 de Septiembre de 2019

Este es el primer capítulo de un diario de viaje a Japón, un viaje de 18 días en los que hemos intentado exprimir, conocer, probar y sentir el máximo de experiencias posibles.

Un viaje que hemos preparado a conciencia, estudiando cada itinerario, cada trayecto en tren, cada desplazamiento, cada alojamiento…

Un viaje preparado por nosotros mismos, sin otra ayuda que la del señor google, el señor booking y la guía de papel Lonely Planet, un viaje nada fácil lo confieso, es un viaje que requiere muchísima preparación si lo haces por libre, en esta ocasión el mérito de la preparación es del Señor Late Fuerte, que se estudió y preparó absolutamente cada trayecto y cada rincón de interés.

Siempre combinamos nuestros viajes con un destino de playa, en esta ocasión nuestra intención era hacer una escapada al archipiélago japonés de Okinawa, concretamente teníamos la vista puesta en la isla de Miyakojima, aunque finalmente decidimos descartar la opción de playa, porque nos dimos cuenta que había muchísimas cosas que ver en Japón y 18 días se nos iban a quedar cortos.

Así que, añadimos Okinawa a nuestra lista de sitios que conocer antes de morir, os invito a rastrear este paradisíaco lugar poco conocido, cuyos habitantes son los más longevos del mundo.

Eso sí, como descubriréis en futuros capítulos, también hemos invertido buena parte del itinerario en relajarnos en las más remotos pueblos termales de Japón, esa es una de las ventajas de viajar por libre, poder diseñar un itinerario a medida, que puede alejarse mucho de los clásicos tours que ofrecen los grandes touroperadores, llegando a vivir auténticas aventuras.

Y ahora sí, despegamos…

Llegamos al aeropuerto de Tokio

Después de 2 días de viaje, aterrizamos en uno de los aeropuertos de Tokio, en concreto en el aeropuerto de Haneda.

Lo primero que hacemos al pasar el control de inmigración y recoger el equipaje, es cambiar el dinero, en el mismo aeropuerto. Después de comprobar el tipo de cambio en varias páginas web, hemos decidido hacerlo directamente aquí y nos ofrecen el mejor tipo de cambio con diferencia, 115 yenes por euro.

Cambiamos 1500 euros, tenemos que pagar todos los hoteles y comer y cenar durante 18 días, sabemos que no nos llegará, pero preferimos ir cambiar el dinero poco a poco.

Lo segundo que hacemos es dirigirnos a la oficina Jr pass para solicitar nuestro pase de tren que ya hemos tramitado y pagado desde España, con cierta antelación.

¿Que es el Jr Pass?

Un pase de tren, disponible para turistas extranjeros, que te permite moverte por todo Japón, una especie de tarifa plana, aunque a precios japoneses… ya que 14 días cuestan unos 800 euros para 2 personas, como veis no es barato precisamente, pero compensa, ya que el tren de Tokio a Kioto cuesta unos 200 euros persona.

Y ahora ya, con nuestros Jr pass, toca coger el shinkansen o tren bala hasta Kioto.

No resulta fácil la verdad, requerimos la ayuda de varias personas que nos ofrecen su amabilidad para guiarnos en nuestros primeros pasos por el país, 3 líneas de metro después, estamos sentados en el tren bala rumbo a Kioto.

Tenemos por delante 2 horas y media de viaje en las que caemos rendidos.

Ya en Kioto, toca volver a coger el metro para acercarnos a nuestro hotel.

Un señor se acerca a nosotros al ver nuestra cara de desesperación en las máquinas del metro, le enseñamos la ubicación del hotel en el mapa y él nos explica como utilizarlas y qué líneas de metro tenemos que coger para llegar, esta línea no está incluida en el Jr pass y nos cuesta unos 2 euros por persona.

Resulta curioso, pero la gran mayoría de la población japonesa no habla inglés, aunque cualquier persona está dispuesta a ayudarte, la mímica y la sonrisa siempre son un lenguaje universal.

Kioto

La boca del metro nos escupe en Kioto, desembarcamos en el Japón más tradicional, ese de las películas de Geishas.

Nos recibe una ciudad húmeda, impoluta, silenciosa, de casas bajas y una pulcritud que nunca habíamos visto antes.

Quizás Kioto es la ciudad menos ciudad del mundo, lejos de los rascacielos, del tráfico y del bullicio, Kioto es una aldea grande, en la que el ruido de las bocinas de los coches, es sustituido por los timbres de las bicicletas, Kioto es paz, es tradición y eso es algo que descubres cuando pones el primer pié sobre ella.

Diez minutos caminando, ese es el tiempo que separa la boca de metro de nuestro hotel, una pensión sencilla pero muy limpia, que nos cuesta unos 50 euros por las 2 noches, podéis ver el hotel pinchando aquí.

Después de darnos un deseado baño y cambiarnos de ropa, salimos a perdernos por las calles de Kioto.

Con la noche asomando, aprovechamos que el Palacio Imperial de Kioto está muy cerca de nuestra hotel, para acercarnos a contemplarlo desde fuera, para luego recorrer Pontocho, un callejón lleno de restaurantes, que colocan sus terrazas sobre el río durante la época de verano, que dura hasta finales de Septiembre.

Calles estrechas, tranquilas, impecables, que te acompañan durante un largo paseo en el que se cruzan los olores de la tempura, el ramen y el salmón fresco.

Nos cuesta escoger restaurante para cenar, finalmente nos decantamos por «The L.A Mart Hotel Kyoto» un restaurante tradicional con una terraza a orillas del río, para llegar a ella, primero tenemos que acceder al hotel que alberga el restaurante, descalzarnos (la mayoría de restaurantes tienen a la entrada un rincón para dejar el calzado) y atravesar el restaurante para desembocar en una de las terrazas con más encanto del mundo.

Tomamos tempuras y arroz, la cena nos cuesta unos 50 euros, casi lo mismo que las 2 noches de hotel, tendremos que empezar a controlar un poco esos gastos, pero cenar en una terraza en Pontocho es algo que no tiene precio y es imprescindible si tenéis la suerte de visitar Kioto en esta época.

Rotos de cansancio, recorremos la media hora de distancia que separa Pontocho de nuestro hotel, por el camino ayudamos a un señor alemán recién llegado a Kioto a ubicarse con google maps.

Mañana cogeremos el tren bala de nuevo, para ir a pasar el día a Osaka, si algo bueno tiene el Jr Pass es poder disfrutar de estos trenes que convierten los cientos de kilómetros en escasos minutos y unen las ciudades de una forma casi inverosímil.