25 de Septiembre de 2019

Madrugamos como de costumbre para abandonar Kanazawa, de camino a la estación nos detenemos en los pequeños mercados locales, que venden frutas, encurtidos, medicinas y artesanías.

Un tren nos llevará a Takayama, donde cogeremos un autobús que nos cuesta 15 aproximadamente euros por persona, para subir a Okuhida, una comarca enclavada en los alpes japoneses, conocida por sus onsens y aguas termales.

Pasadas las 11 de la mañana llegamos Hirayu, el pueblo de Okuhida donde tenemos el hotel, Okada Ryokan Warakutey, un alojamiento tradicional japonés con onsen, que podéis ver pinchando aquí.

Aún es pronto y la habitación no está lista, así que dejamos las maletas y volvemos a la estación de autobuses, donde compramos un billete para movernos por toda la comarca ilimitadamente durante dos días, por 15 euros por persona aproximadamente.

Okuhida es una comarca amplia, llena de pueblos y onsens dispersos y esparcidos por las montañas, donde la única forma de moverse entre ellos es en coche o autobús.

La mayoría de onsens de Okuhida son públicos, gestionados voluntariamente por los propios vecinos, en la mayoría existe un bote para que deposites una cantidad de yenes simbólica, que ayude al mantenimiento y limpieza del onsen, la mayoría son segregados entre hombres y mujeres, ya que es obligatorio entrar desnudo, pero existen algunos al aire libre mixtos, cosa muy difícil de encontrar en Japón, en concreto hemos descubierto uno rastreando por google, que nos ha parecido espectacular, Shinhotaka onsen, un onsen al lado del rio y lo queremos conocer.

El conductor del autobús nos deja justo en frente del puente que separa la carretera de Shinhotaka onsen, uno de esos onsen en los que no hay occidentales y en el que los locales se pasan horas con los ojos cerrados practicando meditación, uno de los onsens con más encanto y menos conocidos y turísticos de Japón

Parece mentira en los alpes japoneses, pueda existir agua tan caliente, el señor Late Fuerte no se pudo resistir a darse un baño de agua fría en el río.

Shinhotaka onsen, es uno de los onsen con más encanto de Japón , ya que justo encima había un árbol, que desprendía una especie de polen blanco, que quedaba suspendido en el agua, que te sumergía dentro de una bola de nieve, de esas que agitas y pueden pasar minutos hasta que todos los copos se posen en la superficie, de esas que te cuentan historias de lugares mágicos.

Cogemos el autobús de bajada, para acercarnos a Hirayu, por el camino paramos en Koujin onsen, en este cambiamos las vistas al río por las vistas a la montaña, es diferente porque es segregado, aunque por suerte no hay nadie y lo tengo para mi sola, el agua estaba tan caliente que me parecía imposible bañarme y soy de esas que cuando sale de la ducha, acaba con la espalda roja y los chorros marcados, finalmente lo conseguí con la ayuda de una manguera de agua fría.

Volvemos a Hirayu, el pueblo donde nos hospedamos y disfrutamos de su onsen público, segregado y diferente a los anteriores, sus aguas tienen un alto contenido en hierro y tienen un característico color y olor y este también lo tengo para mi sola.

Justo en frente del onsen hay una casa típica de los alpes japoneses abierta al público, algo así como una especie de local vecinal, gestionado y mantenido por todos los lugareños, para que los turistas conozcan su forma de vida tradicional, el fuego está encendido y el olor a paja ahumada nos invita a entrar y curiosear.

Volvemos al hotel a hacer el check – in y con los yucatas puestos nos vamos a cenar a un restaurante al lado del onsen público, cenamos sopa miso, carne de hyda típica de esta zona, arroz con pescado y té y de postre tomamos un dulce tradicional, relleno de pasta dulce de judías y rebozado.

Después de este festín, volvemos a nuestro hotel para disfrutar de su onsen, que aunque también es segregado, es increíble y tiene una zona al aire libre, en la que en las noches despejadas como esa, se pueden ver las estrellas y disfrutar de la magia de la noche, así que, dedico una hora entera a estar conmigo misma, una delicia.

Aprovecho estas fotos para explicar cual es la dinámica a seguir en un onsen en Japón, si os fijáis en la foto del jacuzzi se pueden ver un montón de espejos con duchas y taburates, antes de introducirte en cualquier baño, debes de limpiar el taburete, sentarte, ducharte y enjabonarte para bañarte completamente desnudo en el onsen.

A la salida debes de repetir la misma operación, las japonesas se aseaban, peinaban, maquillaban y tenían su momento de tertulia femenina en estos sitios.

Yo tengo que confesar que me daba cierto reparo utilizar estos aseos, así es que me lavaba justo antes de entrar pero luego me iba y hacía el resto en mi habitación.

Rematamos el día tomando un té con pastas en la habitación, un día de relajación, contemplación y disfrute de la naturaleza, un día que hace que sacrificar las vacaciones de playa, haya valido la pena.

Okuhida es uno de esos lugares que no te hacen extrañar el mar, por el agua que corre, las hojas secas del otoño que se mecen con el aire, que se desprenden de los árboles y se posan sobre el agua sigilosas y lentas con su danzar, el sonido del río, el polen de los árboles en el agua que te introduce en una bola de nieve, el calor de un baño termal, el frío de los alpes japoneses, el mejor lugar del mundo para aprender a disfrutar del otoño.