26 de Septiembre de 2019

Madrugamos en Okuhida después de un sueño reparador, los futones eran muy cómodos y un día entero dedicado a catar aguas termales, creo que también ha contribuido.

El autobús que nos lleva a nuestro próximo destino, sale a las 7:30, una hora después nos encontramos en Takayama, la ciudad donde dormiremos esta noche.

Pero lo primero que haremos será visitar Shirakawago, en la estación de autobuses de Takayama, compramos dos billetes de ida y vuelta, que nos cuestan aproximadamente 50 euros por persona y dejamos las maletas en la consigna de la estación.

Shirakawago

Es una aldea tradicional japonesa, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, característica por sus casas con techo de paja, uno de esos lugares que te sumergen en una historia de espantapájaros, gnomos y flores, un lugar con olor a paja seca, hierba cortada y humo, un lugar que sabe a helado y barbacoa, un lugar en el que se respira sencillez.

Shirakawago nos recibe con sus abejas danzando de flor en flor y un día de sol que lo viste de primavera en pleno otoño, disfrutamos de una mañana de verano paseando por sus calles, caminos y puentes, muchas de sus casas se pueden visitar previo pago, pero decidimos no visitar ninguna, porque el día anterior hemos tenido la suerte de visitar en Okuhida, una casa tradicional de este tipo.

A las 12 volvemos a coger el bus de vuelta a Takayama, donde compramos 2 ticket de ida y vuelta y entrada a Hida Folk Village, por 10 euros cada uno.

Hida Folk Village

Hida Folk Village es una reconstrucción de un poblado tradicional con las mismas casas de Shirakawago, pero su estanque le da otro encanto diferente.

Y ahora sí, vamos a explorar Takayama, una ciudad que bien merece una visita por sí sola, al margen de las aldeas con encanto que tiene a sus alrededores.

Takayama

Takayama es un ciudad pequeñita, tradicional, de casas bajas, calles estrechas, limpias y ambiente relajado, una ciudad de exquisita comida, famosa por sus sushis y sashimis de carne de hyda, sus comercios en casas de madera y sus artesanías, Takayama tiene la magia de los puentes que cruzan el río, el encanto de los barrios de geishas y la tradición de los antiguos templos.

Nos recibe confusa, tarda en darnos la bienvenida, lo hace después de llevar una hora caminando por sus calles, con las mochilas a hombros, ya que hemos decidido dejar las maletas en la consiga de la estación.

Nuestro Ryokan que podéis ver pinchando aquí, situado a un kilómetro de la estación, parece no tener a nadie a su cargo, cansados y asfixiados de calor, reviso mi correo electrónico y descubro un mail, que nos indica que el Ryokan está en obras, nos facilitan otra dirección justo al lado de la estación de donde venimos, volvemos a desandar lo andando y una vez tenemos ya, llaves e instrucciones en mano, nos indican que nuestra habitación se encuentra en el lugar del que venimos, así es que volvemos a regresar de nuevo, al ryokan inicial y una hora después, a las 4 de la tarde, nos encontramos exhaustos, tirados sobre el tatami de la habitación, descalzos y con las mochilas aún puestas.

Diez minutos, para pensar, descansar, secarnos el sudor y volver a calzarnos, diez minutos, ese es el tiempo que necesitamos para recomponernos y presentarnos ante Takayama como ella se merece, para perdernos por sus calles, colarnos en sus comercios y mezclarnos con su gente.

El hambre empieza a hacer toc toc en nuestra cabeza, así que buscando donde cenar, nos perdemos por un entramado de calles muy estrechas llenas de restaurantes que aún están abriendo, nos apetece parar en más de uno, así que decidimos probar lo que nos gusta en cada uno.

Primero paramos en un restaurante barbacoa, en el que tú mismo te puedes cocinar tu comida, pedimos ramen de miso y unos pinchos de Shiitaki y de tomates con beicon que cocinamos al fuego, no tengo fotos del sitio, aunque sí vídeos en los stories destacados de mi instagram (@latefuerte)

El segundo, es una taberna que solamente sirve gyozas, Takayama gyoza Souhonzan, el pedido se hace a través de una máquina, podéis echarle un ojo pinchando aquí, porque es muy recomendable.

En esta taberna nos encontramos con una pareja de españoles, a los que invitamos a sentarse con nosotros por la falta de espacio y nos tiramos una hora compartiendo mesa, gyozas, cervezas y risas, ellos están haciendo el viaje a la inversa que nosotros y ambos tenemos un montón de preguntas y sugerencias que hacernos.

Sin darnos cuenta se nos hace tardísimo, mañana tendremos que madrugar un montón, porque el primero de los trenes, que tenemos que coger para llegar a los 5 lagos, sale de Takayama a las 6.45 de la mañana, aunque antes de dormir, aún tenemos tiempo para hacer unos tangrams (puzzles japoneses) y echar unas partidas a la jenga en el ryokan.

Mañana visitaremos los cinco lagos, uno de los mejores lugares para observar el monte Fuji, visible tan solo 30 días al año ¿Conseguiremos verlo?