27 de Septiembre de 2019
El despertador suena hoy demasiado pronto, a las 6:45 tenemos que coger el primer tren, a las 5:45 empieza una carrera contrarreloj para llegar a la estación con las mochilas a cuestas, cambiar dinero, desayunar y sacar las maletas de la consiga, con los minutos asfixiándonos montamos en el tren.
Tenemos por delante otros cuatro trenes hasta llegar a Kawaguchico, todos incluidos en el jr pass excepto el último, un tren turístico de madera que nos cuesta aproximadamente para los dos 25 euros, pero es la única forma de llegar en transporte público, a este remoto lugar.
Nos hospedaremos en Oike hotel, que podéis ver pinchando aquí, escogimos este hotel porque tiene un onsen con vistas al monte Fuji y muy buena relación calidad precio, además dispone de servicio de transfer gratuito a la estación, en cuanto nos posamos del tren, vamos a la oficina de turismo y nos indican donde está la furgoneta que nos llevará al hotel.
Después de hacer el check in y dejar las maletas, vamos a dar un paseo por la orilla del lago, el lugar parece que vivió tiempos mejores, algo abandonado, desdejado y deshabitado, un lugar de estos de las películas de la tarde en antena 3, donde Emilie llega escapando de una vida en la ciudad, aquí conoce a Jack el dueño de la ferretería, que la invita a pescar y a una barbacoa a orillas del lago, pero poco a poco descubre que sus amables vecinos no son lo que parecen.

El sitio más colorido y con más encanto que conocimos fue este, una funeraria…

Casi todos los negocios estaban cerrados, no sé si es que vinimos fuera de temporada o que Kawaguchico está en horas bajas, nos cuesta encontrar un local donde comer, por suerte descubrimos una caravana a orillas del lago que sirve hamburguesas y nos paramos a comer.

Poco importa si Kawaguchico es gris, triste y con poco ambiente, porque no hemos venido aquí para eso, hemos venido para disfrutar del onsen del hotel con vistas al monte Fuji, vamos a probar suerte.
El hotel tiene varios onsens, todos segregados, los de la azotea tienen vistas al monte fuji y los de la planta baja tienen jacuzzis y onsens exteriores.
Tres minutos habían pasado desde que metiera el primer pie en el onsen, cuando se empezó a intuir la silueta de una gran montaña, que poco a poco se volvió cada vez más nítida, su irrupción me pilló tan de sorpresa, que tuve que cerciorarme en google si correspondía al monte Fuji o era un espejismo, efectivamente se trataba de la montaña más alta de Japón, que solo es visible 30 días al año y nosotros hemos tenido la increíble suerte de verlo a los tres minutos de llegar, las fotos no son las mejores pero os puedo asegurar que las vistas eran insuperables.


Cuando me reencuentro con el señor Late Fuerte, creía que estaba de farol, él no se había dado ni cuenta de la repentina aparición de este gigante, salimos a la azotea del hotel desde donde se veía aún mejor.


Estamos tan emocionados, que salimos a la calle para contemplarlo desde todos los puntos que encontramos.




Cenamos en un restaurante coreano, porque tampoco había mucho más donde elegir, pedimos pescados fritos y arroz kimchi.

De vuelta al hotel, probamos el onsen exterior, en días despejados como hoy el baño no es solo termal, sino también de estrellas, así que alternamos los placeres de la lectura, con los baños a la luz de la luna en plena noche.

Y aquí termina la historia del día que dormimos en las faldas del monte Fuji y mañana muy pronto, llegará otra, la de madrugar en las faldas del monte Fuji, para verlo amanecer desde un onsen en un pueblo fantasma.
¿Lo conseguiremos nuevamente?
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