2 de Octubre de 2019

Otro días más dedicado a la intensa Tokio, si ayer hacíamos un recorrido por la moda y el ocio en el barrio de Ginza y la isla de Odaiba, hoy dedicaremos el día al bullicio, la electrónica y el lado más friki de Japón.

Shinjuku

Empezamos el día en el barrio de Shinjuku, en concreto en su distrito financiero, sembrado de rascacielos y con un observatorio público, situado en el último piso del enorme edificio que alberga el ayuntamiento, con vistas 360 de la ciudad y un piano en directo que pone banda sonora, vamos un regalo para cualquier turista que visite Tokio y a coste cero.

Bajamos de las alturas y de la zona más sofisticada de Shinjuku, para conocer su lado más friki, el del manga, las salas de videojuegos y los karaokes.

Y cogemos el metro para ver el barrio de Akihabara de día, ya que la primera vez que fuimos era de noche y muchas tiendas ya estaban cerradas.

Akihabara

Un barrio famoso por sus tiendas de electrónica y sus centros comerciales llenos de anime, manga y videojuegos y de aquí nos vamos a Harajuku

Harajuku

El barrio que mas me ha gustado, cuyas principales calles son Omotesando y Takeshita, mi calle preferida en el mundo, una calle peatonal en la que reinan los tonos pastel, el algodón de azúcar, las tiendas de ropa vintage, la fantasía, el arco iris, los unicornios, tarta de fresa y hello kitty

Esta calle me gustaba tanto que todos los días teníamos que ir a pasear por ella.

Y con este empacho de rosa, volvemos a Shinjuku para perdernos en la jungla de las luces de neon y ver como se transforma, cuando cae la noche.

Cenamos en el restaurante de Alicia en el país de las maravillas, situado en el mismo barrio, un restaurante escondido cuya entrada es difícil de ver, pero ¿Quién dijo que fuera fácil llegar al país de las maravillas?

Donde una Alicia de ojos rasgados nos sirvió la cena, sopa de mantequilla y fritos de pescado.

Después de cenar en tan mágico país, paseamos por el barrio rojo y el barrio gay, nos perdemos por las tiendas y centros comerciales, nos volvemos locos en los recreativos con el sonido de las máquinas de pachinko, el juego al que los japoneses están engachados, flipamos cuando los vemos competir en las máquinas de baile y así hasta que a las 11 de la noche, hora en la que nuestro teléfono móvil indica que llevamos 30 kilómetros andados y nos damos cuenta de que estamos agotados y volvemos al hotel con un día más exprimido al máximo, con los pies destrozados y la espalda dolorida pero con el corazón latiendo muy fuerte y eso lo compensa todo.