19 de Enero de 2020

Empezamos pronto el día, porque queremos exprimir hasta el último minuto de nuestra aventura mexicana, así que a las 7 de la mañana bajamos a una recepción en penumbra, en la que aún no está abierto el comedor y nos percatamos que en la oscuridad hay 3 figuras humanas con ropajes muy antiguos, dos mujeres con faldas largas y cofias y un señor de traje y sobrero, tuve que frotarme los ojos varias veces para comprobar que no eran alucinaciones, resultaron ser una familia de Amish, que al igual que nosotros, estaban esperando para desayunar.

El desayuno era muy pobre, pero suficiente para tomar un zumo y un café y emprender nuestra ruta, aún nos quedan un puñado de kilómetros que recorrer en coche, para llegar a una de las siete maravillas del mundo, Chichén Itzá.

Metemos en el coche nuestra maletas, nuestros prejuicios, nuestras ganas y nuestros miedos y emprendemos un road trip por el estado de Quintana Roo, es temprano y Cancún aún duerme.

Saboreamos esos primeros minutos en coche, con la ilusión a flor de piel, atesorando cada detalle en la retina, el tráfico nos permite disfrutar de una película lenta, de historias dentro de vehículos, de gente que viene y va, de barbacoas que empiezan a humear a primera hora del día en puestos callejeros y empieza a coger velocidad, a medida que abandonamos la ciudad y nos adentramos en la autovía, las palmeras empiezan a pasar rápido, mientras la radio del coche salta de las rancheras al reggaeton y llegamos al primer peaje.

Nuestra intención es pagar el peaje con tarjeta porque aún no hemos tenido tiempo a cambiar dinero, pero nos indican que solo se permite el pago en pesos mexicanos… ¿Y ahora que hacemos?

Nos mandan apartar el coche en el arcén y una persona de seguridad se acerca a nosotros, después de dar un montón de rodeos y andarse por las ramas, le pregunto abiertamente, qué solución nos propone, nos dice que podemos darle 40 euros en efectivo y el nos da 600 pesos, lo que resulta abusivo, pero no tenemos otra opción, así que aceptamos.

Yo ya creía que nos iba a pedir euros simplemente para dejarnos pasar, pero resultó que con esos 600 pesos nos llegaría para pagar el resto de peajes hasta llegar a Chichén Itzá, donde ya podríamos cambiar dinero.

La maniobra de intercambio de dinero, la hacemos disimuladamente porque nos dice que su jefe, un tipo vestido de militar con metralleta, le está vigilando, me pide el teléfono móvil, el cual le dejo con cierto recelo, mientras él empieza a hacer gestos exagerados, a modo de teatrillo como si nos estuviera dando indicaciones y entre aspavientos y señas nos intercambiamos el dinero.

Pagamos el peaje y la barrera se cierra tras de nosotros, resoplamos, nos miramos y decimos a la vez… ¡primera mordida!

Y unos cuantos kilómetros, peajes y topes después, llegamos a Chichén Itzá, bajo un sol abrasador.

Sacamos dinero en un cajero y compramos protector solar ecológico, como hemos viajado con equipaje de mano, no hemos podido traernos las cremas y bronceadores, además sabemos que para entrar en los cenotes es necesario hacerlo con un protector ecológico.

Y ahora si, nos dejamos maravillar…

Chichén Itzá

Una de las siete maravillas del mundo moderno, la primera para nosotros, aquí nos hemos hecho la promesa de conocerlas todas y ojalá lo consigamos.

Chichén Itzá es nuestra primera toma de contacto con el mundo maya, un recorrido por los campos de pelota, las pirámides, los puestos de vendedores ambulantes de artesanía mexicana, los ecos de la pirámide que te devuelven los aplausos… lo recorremos a nuestro aire, sin guía, con la ayuda de google y un pequeña Lonely Planet de bolsillo con información básica.

Hemos llegado muy pronto, con la intención de evitar las oleadas de turistas, pero aún así, ya dificultan las fotografías, tengo que decir que a lo largo del viaje hemos visitado otras ruinas mayas que nos han gustado más, pero Chichén Itzá es sin duda, una visita obligada.

A la salida de las ruinas compramos en el mismo recinto dos tickets para visitar el Cenote Ik Kil.

Cenote Ik Kil

Uno de los más famosos y concurridos aunque para mi no es imprescindible, ni una visita obligada porque los hay muchísimo más impresionantes.

La particularidad de este cenote es su profundidad, 50 metros, 50 metros que te cortan la respiración, cuando te encuentras en el agua sin atisbar ningún fondo, 50 metros de profunda oscuridad.

Cuando el señor Late Fuerte se cansó de hacer mortales, tirarse de cabeza y mil piruetas más, abandonamos el cenote para ir a comer a Valladolid.

Valladolid

Y qué decir de Valladolid, una ciudad colonial que me trasladó a la vieja Habana, edificios bajos de diferentes colores que protegen calles empedradas o sin asfaltar, ese olor a madera, a ultramarinos, a coches de caballos, a historia… esos olores que fijan imágenes y momentos en la memoria.

Comemos en uno de esos sitios regentados por obreros y trabajadores locales, una especie de plaza de abastos con unas cuantas taquerías y loncherías, escogemos la lonchería del amigo Casiano, donde comemos pollo asado, ternera asada, arroz y plátano frito y bebemos unos jugos de frutas, pagamos por todo 160 pesos, que vienen a ser unos 6 euros.

Mientra comíamos tuvimos la suerte de ver pasar una romería, donde los caballos, los petardos, los bailes y las vírgenes, teñían las calles de color y alegría.

Y luego nos perdemos por las calles de Valladolid, nos sentamos en sus bancos, paseamos por sus plazas, contemplamos su catedral, conversamos con los lugareños…

Y después de cambiar dinero y hacer alguna compra básica volvemos a montarnos en el coche, para retomar nuestra ruta y acabar el día el Tulum.

Tulum

Tulum es un pueblo costero de la Riviera Maya, menos masificado que otros como pueden ser playa de Carmen, con hoteles y restaurantes bohemios, bonitos, con mucho encanto y también muy caros, algo así como la Ibiza mexicana.

Pasaremos dos noches, en el Hotel Casa Almendro, que podéis ver pinchando aquí, situado en el centro, hemos decidido hospedarnos lejos de la playa, porque los hoteles son mucho más baratos y como disponemos de coche podemos movernos libremente.

El Hotel es super recomendable, con una relación calidad precio muy buena, nos cuestan las 2 noches unos 96 euros y nos dan un montón de consejos, referencias y recomendaciones.

Después de dejar las maletas, vamos a dar un paseo por la calle principal de Tulum, disfrutamos del ambiente, de los puestos de artesanía, del bullicio de las terrazas y bares, nos paramos a tomar unas cervezas y luego cenamos en un restaurante asiático , en el que la cena nos cuesta 112 pesos para los dos.

Y volvemos al hotel, hoy ha sido nuestro primer día en México, ha sido un día intenso, lleno de aventuras, recuerdos y experiencias, ha sido uno de estos días que valen por cinco, parece mentira que hayamos llegado ayer.