3 de Octubre de 2019

Hoy vamos a conocer el parque de Ueno, el pulmón de Tokio, pero antes nos entretenemos en el mercado de Ameyoko que está muy cerca donde desayunamos ramen en un puesto callejero, para luego perdernos por los templos y estanques de Ueno.

Volvemos de nuevo a Ginza, porque en el barrio mas lujoso de Tokio existe una tienda de Kit Kat, el dulce por excelencia del país, aún no os lo he contando pero en Japón existen más de 200 variedades diferentes de Kit – Kat, con sabores tan exóticos que pueden ir desde el wasabi a la salsa soja, llegando a haber Kit Kat de dulces típicos de algunas regiones, como los momiji manju de Hiroshima.

Lo cierto es que creíamos que la tienda iba a ser un escaparate de todos esos sabores, pero en realidad era una tienda boutique, con kit kat gourmet y un restaurante donde podías tomar bebidas derivadas de este postre.

Como el Kit – Kat a palo seco se no hace bola, nos vamos a Shibuya, para visitar henn na café, una cafetería regentada por un robot de pocas palabras, pero que nos hizo y sirvió un café muy rico.

Y nos perdemos por Shibuya, visitamos la papelería Tokyu Hands un centro comercial dedicado a la creatividad, la tienda de disney y el centro comercial Forever 21, el paraíso de los tonos pastel.

Cambiamos el rosa por las luces de neón en el barrio de Akihabara, donde comemos ramen y arroz.

Para luego separamos, el señor Late Fuerte se va a jugar a las maquinitas y yo a perderme en el mundo de la cosmética japonesa y comprar algunos potingues.

Nos quedamos todo el día por el barrio de Akihabara donde también cenamos en una taberna muy japonesa, de esas con tatami, en las que es necesario descalzarse y comer sentado en el suelo, era tan japonesa que solo tenía la carta en japonés, así que pedimos un poco a ciegas, a día de hoy todavía no sabemos lo que hemos comido.

Esa especie de tempura de verduras estaba riquísima y repetimos hasta en dos ocasiones.

Y bien entrada la noche, sentados sobre un muro enfrente de uno de los pasos de peatones más grandes de Akihabara, contemplando las luces de neón, el intercambio de peatones de cera a cera, el ir y venir de los viandantes, el tráfico, el ruido y la noche, nos despedimos de Tokio y de Japón.

Tokio sube las pulsaciones, acelera el ritmo, Tokio no solo es un viaje en el espacio, también lo es en el tiempo, Tokio es un salto al futuro, la antesala de lo que está por venir y eso que esta por venir, me da la sensación de que promete.